26/11/2025
Jugó con Maradona e hizo un gol en un Mundial, pero lleva 20 años alejado del fútbol: la nueva vida de Mauricio Pineda
Fuente: telam
Vistió los colores de Huracán, Boca y Lanús. Jugó en Italia y España. Los recuerdos de su carrera y su nueva actividad
>Puede ser una jugada, una salvada, una atajada o un gol. Es un momento determinado en un partido, que va a quedar adherido a la vida de un futbolista. Pero esa puede ser una burda retrospectiva o una simpleza. La carrera del jugador se compone de mucho más, aunque ese instante sea ineludible. En el caso de Mauricio Pineda, quedará por siempre el momento, reservado para pocos, más tratándose de un defensor, de convertir un gol en una Copa del Mundo, como fue aquel ante Croacia en Francia ’98. Sin embargo, tiene una historia muy interesante para contar, dentro y fuera del mundo de la número cinco.
El corte con el fútbol fue abrupto, aunque tuvo la posibilidad de seguir ligado. Sin embargo, tomó otro camino: “Siempre fui jugador de Jorge Cyterzspiler, y él me decía que cuando me retirase, me sumara a su equipo de trabajo como representante. Pero yo veía el ritmo que tenían y no quería meterme en eso. Jorge, por ejemplo, llegó a tener tres celulares al mismo tiempo. Era una locura total. Le planteé a mi esposa las dos posibles opciones: irnos a la tranquilidad de Santo Tomé, sin ninguna seguridad, o quedarnos en Buenos Aires, pero vivir a ese ritmo electrizante. Ni lo dudamos. Acá es otro mundo. Ella siempre me carga porque yo dormía poco, y ahora hago siempre la siesta”.
El ansiado debut en primera estaba muy cerca. Y el aviso llegó de la manera menos esperada, como para el cuento escribiese otro capítulo: “Estaba terminando el secundario a fines del ’93, preparando con mis compañeros la fiesta de egresados. En ese momento, debutó Héctor Cuper como técnico de Huracán y perdió 5-0 contra Platense. Para el partido siguiente, le pidió a Claudio Morresi, entrenador de las inferiores, si le podía recomendar un marcador de punta izquierdo de las inferiores, para la última fecha del año, contra Mandiyú. Yo estaba en quinta y me llegó la citación. Concentré con Víctor Hugo Delgado. Fui al banco, pero no entré. Cuando llegamos al vestuario, vi mi nombre en la lista que estaba publicada con los que, a partir del 5 de enero, formarían parte de la pretemporada. Yo era el cuarto número tres, porque delante estaban Unali, que de golpe se fue a Colón, Brítez, que rescindió el contrato y quedamos mano a mano con otro chico de las inferiores peleando el puesto. Logré quedarme con la titularidad, desde el debut oficial, que fue el 26 de febrero de 1994 contra Central en Rosario, donde empatamos 0-0”.
Héctor Cuper ya estaba armando ese muy buen equipo de Huracán, que acarició el título del Clausura 1994, donde Pineda fue una pieza clave, hasta la llegada de una inoportuna lesión: “Jugué las primeras diez fechas hasta que me desgarré y ahí el técnico decide poner a Corbalán, que era segundo marcador central en mi puesto y a su posición fue Couceiro. Ellos quedaron firmes ahí hasta la última fecha donde se nos escapó la chance de ser campeones contra Independiente. Disfruté como pocas veces, porque nunca más integré un grupo tan lindo como ese”. La apasionante y pareja definición de aquel campeonato fue a dos meses de la traumática eliminación de Argentina en el Mundial de Estados Unidos. Se fue el Coco Basile y en su lugar asumió Daniel Passarella, que rápidamente puso sus ojos en Pineda: “Tenía solo 19 años cuando me convocó por primera vez, para un amistoso en Mendoza. Enseguida quedé dentro de ese grupo, porque también participé de los Panamericanos de Mar del Plata, los Juegos Olímpicos de Atlanta, la Copa América de Bolivia y el Mundial de Francia. La confianza que me tuvo, creo que se la devolví dejando todo en la cancha. También fue clave en mi carrera, porque Mauricio Macri lo consultó cuando Boca quería comprarme y dijo que sí”.Fueron apenas cuatro meses con el doctor, pero bastan para que las anécdotas no terminen ahí: “Me llevé espectacular con él, era un fenómeno. Entrenábamos por la mañana y no siempre por la tarde todos, sino que hacía trabajos puntuales con el grupo de delanteros, volantes o defensores. Un día vimos que en el pizarrón decía que solo teníamos que quedarnos Néstor Lorenzo y yo. Nadie más. Rarísimo. Fuimos al vestuario, nos cambiamos y cuando salimos a la cancha, estaba lleno de chicos de las inferiores, todos en la mitad de cancha con un montón de pelotas. Carlos nos llevó hasta el área y nos dijo: ‘Ustedes salen jugando demasiado. Así que ahora les van a tirar la pelota y así, como viene, la tienen que tirar fuera de la cancha (risas)’. Me pasé una tarde así. Una locura. También siempre rescato que era una persona que sabía una barbaridad de fútbol y como ejemplo cuento que cada charla técnica era una radiografía exacta de lo que después pasaba en el campo. Era un estudioso absoluto. A la fecha siguiente del Superclásico jugamos con Ferro en Caballito. En la previa nos dijo de Piaggio: ‘Tiene un partido bueno cada seis meses, en el resto, más o menos. Esperemos que no sea hoy’. Fue esa tarde (risas), porque perdimos 3-1 con tres goles de él. Un personaje extraordinario”.
Los resultados que no acompañaron a Bilardo, también le estaban dando la espalda a Veira. Sin embargo, a medidos del ’97 se produjo el último regreso de Maradona, donde Pineda se dio el gusto de compartir equipo con él: “Son de las cosas más lindas que uno puede recordar. En México ’86 yo tenía 11 años y ahora lo tenía ahí, compartiendo una mesa en la concentración o un entrenamiento. Cuando lo puede conocer, me di cuenta que era más extraordinario de lo que suponía viéndolo desde afuera. Era super humilde y de aconsejarnos mucho. El año anterior, lo había enfrentando en la cancha de Huracán. Antes del partido, todos hicimos una fila para sacarnos una foto con él. Yo esperaba y veía que no hablaba casi con ninguno. Cuando llegó mi momento, me abrazó y dijo: ‘Pinedita: seguía así, que estás jugando muy bien’. No podía creerlo. Tenía una personalidad y un aura únicas. Me sorprendió lo que me afectó su muerte. Yo no soy de llorar mucho, pero ese día no podía parar y, hasta el día de hoy, cuando veo algún homenaje, me pasa lo mismo”.
Eran tiempos de asentarse en el fútbol italiano para Mauricio. Lentamente fue haciendo su camino allí, sobre todo con la camiseta de Udinese. Estando en ese equipo vivió una situación muy especial en 1998: “Siempre me gustó ir al arco, pero por la estatura era imposible. Llegó un partido clave, porque estábamos terceros y enfrentábamos al Inter, que iba segundo. Perdíamos 1-0 y expulsaron a nuestro arquero por una mano fuera del área. No dudé en ponerme el buzo y los guantes. El tiro libre lo pateó nada menos que Ronaldo y no pude hacer nada. Metió el gol, pero me di el gusto después de descolgar un centro y que me ovacione el Giuseppe Meazza”.
Como suele pasar en muchos casos, la palabra saturación dijo presente: “Desde el día que me retiré, estuve siete años sin tocar una pelota. Volví de a poco, por los amigos que había hecho acá en Santo Tomé, que me empezaron a insistir. Pero al poco tiempo, me lesioné la rodilla, porque acá se juega medio a lo bruto (risas). Allí perdí nuevamente las ganas. Ahora voy, pero a verlos a ellos, nada más. Lo mismo me había pasado con el hecho de verlo por televisión. No quería saber nada. Hasta que apareció el Barcelona que dirigía Guardiola, con Messi y todos los genios. Eran dos horas de lujo, con algo que parecía imposible que pudieran jugar así. No va a haber un equipo igual”.
Fuente: telam



