11/12/2025
Lou Andreas-Salomé, la musa rebelde que desafió a Sigmund Freud y revolucionó el psicoanálisis
Fuente: telam
El nuevo libro de Florencia Abadi y Matías Trucco rescata la vida y el pensamiento de esta escritora y psicoanalista rusa, figura clave que rompió moldes y dejó huella en la historia de la filosofía
>“Tu egoísmo y tu soledad son joyas en el barro de la mediocridad”, dice una de las más lindas canciones del rock argentino. ¿Cuál es la combinación justa entre egoísmo y soledad, como para que dejen de ser defectos y brillen?
Esa dosis precisa podría entenderse a partir de la categoría psicoanalítica de narcisismo, que ensalza el complemento erótico del amor por uno mismo, así como una soledad que no está hecha de aislamiento, sino a partir de cierta intransigencia virtuosa, la de no ceder en lo propio en favor del otro.De este modo, el egoísmo y la soledad se redefinen; el primero ya no denota una actitud mezquina, sino de cuidado, un cuidado que también incluye al otro (porque ese “ego” no es individual), al punto de que se le puede entregar la vida a ese otro, pero atención: nunca será al modo de ceder.Ahora bien, ¿existe un narcisismo femenino? ¿Puede un hombre relacionarse con el narcisismo de una mujer sin alimentar subrepticiamente la fantasía de que será traicionado? Para responder estas preguntas es que se vuelve indispensable pensar en el vínculo de Freud con Lou Andreas-Salomé y en el de esta con el psicoanálisis en su conjunto.
Lou Andreas-Salomé fue una mujer excepcional. Muchos la conocen por sus amoríos (por ejemplo, el vínculo con Nietzsche o Rilke), menos la han leído. Abadi y Trucco dicen con razón que se trata de una autora “olvidada”. La atracción por el personaje muchas veces desvió del núcleo de un pensamiento original y contundente, que todavía nos podría hacer reflexionar en el mundo actual.
Ahora bien, esto no quiere decir que Lou no respetara a Freud. Al contrario, lo eligió siempre por sobre cualquier adversario (por ejemplo, Adler) e incluso cuando escribe textos es sumamente prolija en sus críticas. Nunca lo desafía; más bien es como si ella quisiera decir qué es lo que Freud dice, incluso cuando este no lo sepa.
Tal vez por esto mismo, cuando Freud se preocupó porque su hija Anna estuviera muy apegada a él, no dudó en delegarle a Lou el lugar de confidente. Lou era refractaria a los movimientos de liberación de su época, pero no a que el vínculo entre mujeres fuese un ámbito de iniciación y revelaciones.
Y tan fiel era Lou a Freud, que no veía nada malo en ese apego de la hija por el padre. Todo lo contrario. Podríamos pensar que, una vez más, Freud creía que el Edipo tenía que ser trascendido, mientras que Lou veía en el Edipo una trascendencia. Quizá de esta diferencia es que proviniese una idea posterior de Freud, la de que la hija no abandona jamás ese complejo nuclear.Tal vez, desde su óptica masculina, Freud creía que el Edipo para la mujer reforzaba la dependencia como “nena de papá”, mientras que para Lou es un factor de fuerza femenina el hecho de ser la hija de un hombre, mucho más si este es uno de la talla de Freud.


