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14/12/2025

Pablo Braun, en el 20 cumpleaños de Eterna Cadencia: “Nací en cuna de oro, con la librería salí a otro mundo”

Fuente: telam

En una crisis personal se puso a leer como loco y decidió abrir el negocio. Esa pasión le cambió la vida y, desde ahí, mira la industria y afirma que en este medio “nadie gana plata de verdad”

>A veces hay buenas cosas que salen de malas cosas, se sabe. Pablo Braun sonríe con toda la boca hoy, parado entre los libros de Eterna Cadencia, la librería que abrió hace 20 años. Pero las cosas no empezaron así, salieron de un momento difícil. Una separación que fue también un momento de desorientación. Eso cuenta y se entiende, pero se impone la sonrisa.

Cierto es que esa librería montada en una casa vieja de Palermo se fue volviendo un lugar de encuentro, ya sea por su café, ya sea porque alojó presentaciones, charlas o porque desde ahí se gestó la editorial Eterna Cadencia -que dirige Leonora Djament y que publicó, por ejemplo, La virgen cabeza, el primer libro de la hoy consagrada Gabriela Cabezón Cámara- o porque, en colaboración con Filba, Braun, es decir Eterna Cadencia, armaron el festival literario FILBA, que ya es una marca de la ciudad. Sí, la librería está instalada.

Pero vamos al principio. Es 2004, ahí está Pablo Braun, que tiene más o menos 30 años y es parte de una familia importante, dueños de los supermercados La Anónima. Uno de sus primos, Marcos Peña, fue un figura central en el gobierno de Mauricio Macri. Otro, Miguel Braun, su secretario de Comercio. Estudió Administración de Empresas y tiene una silla asignada en la dirección de esos negocios. Ese es el destino que tiene marcado, pero -“me aburrí soberanamente”- no le gusta y por eso se ha ido y, con su mujer, ha creado la Fundación Temas, donde se ocupaban de asuntos sociales, particularmente en la Villa 21.

Y de pronto, se separó. Y se acabó todo. La pareja, la posibilidad de convivir con su hija, el trabajo. “Me quedé en mi casa, cerré la puerta y dije: ‘¿Y ahora qué hago?’ Y agarré un libro de la biblioteca. Empecé a leer como un enfermo de la cabeza. Leía casi ocho horas, nueve horas, diez horas, quince horas todos los días. Me quedé quieto unos meses y leí, leí, leí, leí, y lo único que hacía era ir a la librería, siempre a la misma.

-Ya te debían estar esperando.

-Llegaba y le compraba diez libros. Un día dije: “¿Qué tenés de George Simenon? >-¿Y de ahí a tener una librería?

-Me di cuenta de que iba a la librería y dejaba de mirar los libros porque estaba mirando las luces, la disposición de las estanterías.. ¿Y si ponés una librería? Se me ocurrió un día, bañándome. No sabía qué hacer con mi vida y el mundo de lo que había estudiado no me gustaba.

-Lo que se esperaba de vos es que fueras un heredero.

-Y tu cambio de escala fue brutal, si te hubieras quedado, hubieras manejado negocios enormes.

Buscó una casa. Buscó un librero. El 20 de diciembre de 2004 empezaron las obras. “Yo me imaginaba algo como diez cuartos con diez libreros. Entrabas al cuarto de Historia y había un librero historiador, entrabas al cuarto de Filosofía, había un librero especializado y así. Después, me fui dando cuenta de que no había un mercado posible para eso. Pero el espíritu era que fuera un lugar tranquilo, no en una avenida, que la gente viniera, que recorriera, que pudiera hablar con los libreros, que se pudiera sentar. Terminó en esto: una librería más o menos normal, con bar”.

-¿Y cómo fue el encuentro con la realidad? Una vez que empieza a andar la librería...

-Me acuerdo el primer día que abrí y dije: “Bueno, carrada de gente que entra, después de un año de obra ya saben... Y abrí y no entró nadie. El primer día creo que entraron dos personas, de las cuales una sola compró: fue un libro de Paul Auster. Yo tenía que aprender a vender libros, tenía que aprender quiénes eran buenos libreros, quiénes eran malos, cómo se cobraba... Había escritores de la talla de Aira que no sabía quiénes eran. Pero era lector y fui aprendiendo. Y empezó a funcionar. Creo que la librería, al ser linda, atrae.

-Pero la mayoría de los clientes se toman el trabajo de venir, no es que son del barrio. Pensá que abrí en diciembre: los regalos las gente los compra en las cadenas, así que vendimos poco. Después diciembre y enero, un desastre. Mis amigos sí, por única vez en su vida vinieron y compraron libros...

-Una librería tiene que tener bestsellers, pero yo siempre apunté a una librería que, que tuviera sobre todo longsellers, esos que se van vendiendo siempre porque son buenos...

-El carácter, para mí, lo dan sobre todo las mesas, lo que exhibís. Acá es sobre todo narrativa, porque es lo que más me gusta a mí. Las estanterías son todas medio parecidas, los editores te mandan lo mismo. Sobre todo cuando vendés en consignación. Ahora se hacen más compras en firme y ahí podés elegir, te podés distinguir.

-¿Por qué hay menos consignación?

-¿No?

-¿Entonces mostrás más lo que más te gusta?

-¿Vos decís que todavía se compra mucho el libro por lo que se ve?

-O sea, te das el gusto de hablar de libros.

-¿Cambió el perfil del lector en estos 20 años?

-¿Y cómo va a ser dentro de veinte años?

-En resumen, el problema de 2004 terminó bien.

-Me imagino que también te debes haber vinculado con gente muy de otros ámbitos. Venís de grandes colegios...

-A ver...

-Estuve en mesas redondas acá en las que se trató con dureza a ciertas posturas y cierta gente...

Fuente: telam

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