Una nena sufrió una mordedura de víbora cuando caminaba el sábado último por la costa de San Isidro y, aunque confirmaron la ausencia de veneno en su organismo, se trató de una yarará, una especie que “adoptó la ribera norte y parte de la sur” como nuevo hábitat, desde que “le ganamos terreno al río con rellenos”, dijo un funcionario municipal.

Los médicos que atendieron a Mila, de 11 años, coincidieron en que la mordedura corresponde a una yarará, lo que no es imposible ya que la nena caminaba por la costa y esa especie adoptó hace muchos años la ribera norte del Río de la Plata y parte de la sur, como nuevo hábitat.

"Habrá que aprender a convivir con ellas y a tener precaución pero fuimos nosotros los que les facilitamos el nuevo hábitat a las yararás en la costa del río”, dijo Guillermo Bryant, coordinador de Guardaparques de la Dirección de Ecología de San Isidro.

Si bien se supo que la víbora “no le había inoculado veneno” a la niña que fue atendida primero en el Hospital de San Isidro y después en el Muñiz, el funcionario municipal confirmó que la mordedura de ese ofidio adulto causa necrosis de tejido, un daño grave que requiere de antídoto.

Cambia, todo cambia

Bryant explicó que “desde que comenzaron los rellenos en la costa del Río de la Plata para obtener beneficios económicos, el hombre creó un hábitat propicio para la vida de las yararás porque les otorgó un espacio más seco donde proliferan las ratas y ratones que les sirven de alimento”.

"Cada 10 o 12 años, las yararás bajaban entre los camalotes desde la Mesopotamia por las aguas de los ríos que desembocan en el Rio de la Plata pero no hallaban las condiciones propicias para permanecer en las costas y se internaban en las barrancas”, explicó el guardaparque.

"Llegaban incluso hasta las vías del tren, en busca de alimento y a lugares menos húmedos que los que encontraban en la ribera. Esa situación cambió y los rellenos del río se convirtieron en el nuevo hábitat de éstas y otras especies. Por ahora, sólo hay registro de yararás adultas y no hay indicios, al menos en San Isidro, de que haya crías depositadas en la costa. Tampoco parecen haber reportado cambios en ese sentido otros municipios”, aclaró.

Las adultas, continuó, administran su propio veneno porque lo necesitan para cazar sus presas; por esa razón es muy posible que Mila haya sido mordida, pero no inoculada.