21 de mayo de 2025
El mar como tumba: hundirán al Aviso Alférez Sobral, el buque que fue atacado en Malvinas, por falta de presupuesto para conservarlo

Durante la guerra, el navío fue atacado por misiles: su comandante y siete fallecieron. En la simbología marina, hundirlo es un gesto honorífico para ese veterano -protagonista de una dramática historia- que languidecía, solitario, esperando en vano que las buenas intenciones de quienes pretendieron preservarlo, se hicieran realidad, ya que los exiguos fondos de la marina hizo que su conservación fuera una triste quimera
Amarrado en el puerto de Mar del Plata, no faltaron las buenas intenciones: hubo intentos por convertirlo en un museo, de llevarlo al puerto de Olivos o a Ushuaia; también mostraron interés Santa Cruz, Chubut, Entre Ríos y Santa Fe, pero ninguna de estas iniciativas se concretó.
En su momento, la Armada explicó que se había donado todo lo que se pudo, como su campana, un cañón y hasta el mobiliario. Ante la escasez presupuestaria que sufren hace años las fuerzas armadas, conservarlo resulta imposible.
Construido en 1944 en Estados Unidos, esta nave de 43,6 metros de eslora y 10,3 de manga, había participado en tareas auxiliares en el Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial bajo el nombre de USS Salish. En 1972, fue entregado a la Armada Argentina y bautizado con el nombre del Alférez José María Sobral, un destacado explorador militar y geólogo, que hizo historia en la Antártida.El ataqueEl 27 de abril de 2019 Infobae entrevistó al vicealmirante Eduardo Alberto Fondevila Sancet -guardiamarina en 1982- y al capitán de navío retirado Sergio Bazán, en ese momento teniente de navío. Ambos integraban la tripulación del buque.En la noche del 1° de mayo, había sido derribado el Canberra MK-62, número 110 por un misil supersónico Sidewinder que impactó en su turbina derecha. Los pilotos, teniente Eduardo de Ibáñez y el primer teniente Mario González, debieron eyectarse. Se le ordenó al Sobral ir en la búsqueda de los pilotos, a un punto establecido a 180 km al norte del Estrecho de San Carlos.
Debían dirigirse a un punto situado a 90 millas al norte de Malvinas, muy cerca de la flota británica.Luego de unos cuantos minutos, apareció un segundo helicóptero, un Sea Lynx y desde el buque se abrió fuego con el modesto armamento: un cañón de 40 mm y las ametralladoras de 20 mm, provocando que se alejara.
Había mar gruesa y el buque navegaba lentamente. Todos se prepararon. Cuando divisaron luces pensaron que eran bengalas que habían arrojado los pilotos que iban a rescatar. Pero eran proyectiles.Todo pasaba en segundos. Fondevila vio caer en llamas al cabo Enríquez, que se desplomó por la escala. Bazán lo cubrió con una manta y lo corrieron hacia un costado.
En ese segundo ataque un misil destruyó el puente de comando y el puesto de radio. Mató a toda la gente que estaba allí menos a un cabo, que quedó herido. No hubo más víctimas gracias al comandante Gómez Roca que, luego del primer ataque, había ordenado que permaneciera allí sólo la dotación indispensable; el resto quedó bajo cubierta.Bazán, que había sido demorado por el médico para revisarle una herida que había sufrido, se salvó porque se dirigía al puente. Allí no vio a nadie con vida y ordenó apagar los incendios. Se convirtió en el comandante de la nave. Está convencido de que la decisión de Gómez Roca salvó muchas vidas.La dotación tenía ocho muertos, empezando por su comandante, el capitán de corbeta Sergio Gómez Roca. Los otros fueron el guardiamarina Claudio Olivieri; el cabo principal Mario Alancay; el cabo segundo Sergio Medina; el cabo segundo Elvio Tonina; el cabo segundo Ernesto Del Monte; el marinero de 1ª Héctor Dufrechou y el conscripto Roberto D’Errico.
Hubo que detener las máquinas por un problema en el timón que el jefe de máquinas pudo resolver. No se produjo un nuevo ataque; los ingleses veían las llamas.
Fueron jornadas marcadas por la incertidumbre. Hubo reiterados incendios, y se debió cortar cables para evitar nuevos porque los matafuegos ya estaban descargados. Así transcurrieron los días 3, 4 y 5, sin avistar la costa. Intuían que si se desataba una tormenta, seguramente el barco no la soportaría. Además, existía la urgencia de tocar tierra para atender a los heridos, ya que las medicinas escaseaban. El panorama era desalentador.
De pronto, el teniente de corbeta Casal cayó en la cuenta de que navegaban sin bandera, que se había perdido con el mástil en el ataque. Ató la de guerra a la pluma del buque.
Una vez en puerto, se reparó el buque y con un puente improvisado fueron a Puerto Belgrano. A los tres meses volvieron a zarpar hacia Ushuaia. Fue muy emocionante despedirse de los conscriptos que a fin de ese año se fueron de baja.
Para los amantes de la historia y especialmente de Malvinas, resulta incomprensible que se pierda un símbolo de esa guerra, en cuya cubierta dejaron su vida ocho hombres, y que no sea museo o simplemente lugar de visita. Para los que conocen las tradiciones marinas, hay mucho de respeto y dignidad en la decisión de hundirlo; para los que manejan los números, ven un gasto. Y para los que valoramos la historia lamentamos la suerte corrida por ese viejo guerrero, que descansará para siempre en el fondo del mar.
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