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11 de julio de 2025

“Nunca lo toqué, pero me desnudé más con él que con nadie”

Hay deseos que no son carnales, pero que arden igual. Deseos que nacen del intelecto, de lo estético, de lo emocional. De esa admiración silenciosa que sentimos frente a alguien que dice lo que nosotros no sabíamos que necesitábamos escuchar

>“No lo toqué ni una vez, pero me temblaban las manos cada vez que lo escuchaba”. Carla me había escrito, no para pedirme consejo, sino para poder pensar en voz alta sin sentirse juzgada. Quería escucharse a sí misma, que alguien la ayudara a pensar lo que estaba pasando.

“Con Esteban -mi marido- estamos bien”, me dijo. “Es difícil no estar bien con él. Es un gran tipo, un padre presente, un compañero noble. Llevamos una vida ordenada, sin sobresaltos. Todo funciona aunque hace tiempo que no se mueve nada. O por lo menos, no vibra”.

Empezaron a hablar de libros, de películas, de canciones. Intercambiaron letras, ideas, frases que le abrían zonas dormidas de su cabeza. “Nadie se desnudó —me dijo—, pero yo sentía que le estaba entregando algo más íntimo que el cuerpo: mi mundo interior”.

Cuando su marido le preguntó —medio en broma, medio en serio— “¿con quién chateás tanto?”, ella le mintió. No porque sintiera que estaba haciendo algo “malo”, sino porque no sabía cómo poner en palabras todo lo que estaba viviendo.

Y entonces surgió la pregunta más incómoda: ¿por qué no puedo hablar con él de esto? ¿Qué parte de mí no tiene lugar en nuestra pareja? A veces, lo que nos sacude no es la presencia de otro, sino lo que revela de nosotros. La aparición de alguien que nos fascina por cómo piensa, por cómo escribe, por cómo mira el mundo, no siempre busca reemplazar lo que tenemos, sino que puede mostrarnos lo que nos falta. Hay deseos que no son carnales, pero que arden igual. Deseos que nacen del intelecto, de lo estético, de lo emocional. De esa admiración silenciosa que sentimos frente a alguien que dice lo que nosotros no sabíamos que necesitábamos escuchar.

Y quizás la clave esté en dejar de pensar que el otro tiene que darnos todo. Que el amor real implica ser continente de todos nuestros intereses, pasiones, inquietudes. Tal vez la madurez esté en poder enriquecernos con otros vínculos, y a la vez revisar con honestidad si lo esencial todavía nos une. Con honestidad, sin culpa, sin miedos.

* Juan Tonelli es speaker y escritor. El texto es parte del libro “Un elefante en el living, historias sobre lo que sentimos y no nos animamos a hablar”.

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