Por Alicia Barrios
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Fuentes del Vaticano desmintieron categóricamente que el papa Francisco haya aliviado las penas a los curas pedófilos. Bergoglio jamás haría eso. La periodista norteamericana Nicole Winfield, de la agencia Associated Press, suelta de pluma y lengua, sostiene que el Papa redujo sanciones a algunos sacerdotes pederastas.

Hace esta afirmación, generalizando, sin dar nombres, datos y ni siquiera responder las preguntas de manual que son cómo, quién, cuándo, dónde. Esto obedece a una campaña para desprestigiar a Su Santidad, que para el mundo es un referente moral.

No es casual que este atentado mediático haya sido disparado desde los Estados Unidos. La Winfield se basa en una denuncia anónima. Nadie que sea responsable como profesional puede, con este dato mentiroso, hacer desatar un escándalo internacional. Si de algo sirvió, porque no hay mal que por bien no venga, fue para desenmascarar a todos los medios que son parte de esta campaña descarnada, burda, cruel como el mismísimo demonio contra Francisco.

Unos cuantos, aquí en Argentina, se subieron a esta infamia que firman con su nombre y apellido en medios que se ufanan de ser serios. No es casual que, atentos a estos embarres que ensucian la vista de la opinión pública, los diarios están atravesando la crisis más severa de la historia. La pérdida de credibilidad es el costo más alto que están pagando.

Bergoglio llegó a Papa en medio de operaciones de prensa en su contra. Está sentado en el sillón de Pedro. Sigue siendo pobre como cuando lo conocí. Camina con sus zapatos gastados de jesuita y es el líder más respetado por los habitantes del planeta. Sus enemigos nunca le quitaron el sueño. Ellos no descansan en paz. No pueden con él.