La presidenta brasileña Dilma Rousseff denunció lunes en el Senado que la juzga que su destitución constituiría un “golpe de Estado” que daría paso a “un gobierno usurpador”.

La mandataria negó además haber cometido los crímenes por los que es enjuiciada. “No puedo dejar de sentir en la boca el sabor amargo de la injusticia”, lanzó.