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20/11/2025

La vida del argentino más poderoso del Estado: la carta que lo convirtió en traidor y los lujosos festejos que protagonizó

Fuente: telam

José Figueroa Alcorta nació en Córdoba y antes de los 25 años era senador provincial. Fue Presidente de la Nación, de la Corte Suprema y del Senado: nadie más logró ocupar esos tres roles

>Ningún otro argentino logró lo mismo que él. Nadie concentró tanto poder institucional como este cordobés que antes de cumplir los veinticinco años ya era senador de su provincia y que murió a los 71 al frente de uno de los tres poderes de la República.

En las primeras décadas del siglo XX, el abogado cordobés protagonizó la vida institucional del país y logró un protagonismo que nadie había conseguido antes y que nadie consiguió después. Fue Presidente de la Nación, máxima autoridad de la Cámara Alta y presidente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Y en ninguno de esos roles pasó desapercibido.

Había llegado a la Presidencia tras la severa enfermedad y la muerte de Manuel Quintana, a quien había acompañado como vicepresidente en la fórmula electoral consagrada en 1904. Llegó al máximo cargo del Poder Ejecutivo de la Nación sin que faltaran las acusaciones de haber traicionado al hombre al que había secundado en las urnas.

José María Cornelio del Corazón de Jesús Figueroa Alcorta nació en Córdoba en noviembre de 1860. Fue alumno del tradicional Colegio de Monserrat de la capital provincial, y se doctoró en leyes en la Universidad de Córdoba. Inmediatamente después de convertirse en abogado, su casa de altos estudios lo invitó a convertirse en uno de sus profesores más destacados.

Mientras crecía como docente universitario, trabajaba también como consultor jurídico de la Municipalidad de Córdoba, lo que lo acercó a las instituciones estatales de su ciudad natal. A la vez, escribía columnas periodísticas en los diarios El Interior y La Época.

Tenía apenas 35 años cuando lo votaron para gobernar la provincia de Córdoba, cargo que ejerció entre 1895 y 1898. Se centró en sanear las finanzas de una provincia financieramente desordenada. Además, impulsó la ley que establecía la obligatoriedad de la educación en Córdoba, inauguró obras de infraestructura eléctrica, hizo llegar las primeras cinco sucursales del Banco Nación en Cördoba y fortaleció el cuerpo de bomberos de la provincia.

El final de su mandato como gobernador cordobés estuvo inmediatamente encadenado a su proyección nacional. Fue elegido senador nacional por una mayoría aplastante de de votos. Fue protagonista de la discusión y la negociación por el establecimiento de límites fronterizos con Chile. A la vez, encabezó la organización del posicionamiento argentino ante el conflicto por el acceso al Pacífico entre Perú, Bolivia y Chile.

Fue Julio Argentino Roca quien convocó a una “reunión de notables” en 1904 para encontrarle vicepresidente al candidato Manuel Quintana. El nombre de Figueroa Alcorta, que se había destacado en cada uno de los roles que había cumplido hasta ese momento, se impuso por sobre las otras propuestas.

Era el verano de 1905 y Figueroa Alcorta pasaba sus vacaciones en Capilla del Monte, Córdoba. El 4 de febrero, en medio de la llamada “Revolución Radical”, el vicepresidente fue secuestrado. Los líderes de esa insurrección obligaron a Figueroa Alcorta a escribir un mensaje telegráfico en el que criticaba abiertamente al presidente Quintana.

Quintana se esforzó por impulsar un juicio político contra su vicepresidente, pero Figueroa Alcorta resistió el embate y se fortaleció desde la presidencia del Senado.

Hacia fines de 1905, el deterioro de la salud de Quintana era evidente y vertiginoso. El 25 de enero de 1906 Figueroa Alcorta asumió la Presidencia de forma permanente, y juró en ese cargo casi dos meses después, el 12 de marzo, tras la muerte de quien había sido elegido para encabezar el Poder Ejecutivo.

Figueroa Alcorta gobernó hasta octubre de 1910, y los más de cuatro años en los que fue Presidente se caracterizaron por el orden estructural de la economía, algo que el abogado había impulsado en su provincia como gobernador.

El Congreso, órgano que Figueroa Alcorta había dirigido como presidente del Senado, presentó fuerte resistencia a su gobierno. Las bancas legislativas fueron uno de los grandes focos de disidencia hacia Figueroa Alcorta: el Poder Legislativo se negó a tratar una Ley de Presupuesto para 1908, lo que complicaba los planes del Presidente.

Contra todos los pronósticos, ese avance del Poder Ejecutivo por sobre el Legislativo contó con un apoyo considerable entre la ciudadanía. Ese espaldarazo le dio confianza a Figueroa Alcorta para romper con el “roquismo”, corriendo al ex presidente Roca, que lo había impulsado como vicepresidente de Quintana, del centro de la vida política argentina.

Durante los años de Figueroa Alcorta al frente del Poder Ejecutivo, Buenos Aires creció y se convirtió en una de las grandes ciudades del mundo, a la espera del Centenario. Se construyeron caminos, diques y puentes en distintas regiones del país, y se expandió rápidamente el tendido del ferrocarril.

Además, en 1907 se descubrieron yacimientos petrolíferos en Comodoro Rivadavia, Chubut, y el entonces Presidente impulsó que se reservara un extenso territorio alrededor del sitio del descubrimiento para que fuera explotado sólo por el Estado. Su decisión sentó un precedente de gran importancia respecto de la soberanía sobre los recursos naturales.

El pico de popularidad y de visibilidad de la presidencia de Figueroa Alcorta fue durante los festejos del Centenario de la Revolución de Mayo, en 1910. Impulsó que se llevara a cabo lo que definió como una “fastuosa fiesta”: quería que las celebraciones mostraran a la Argentina como un país rico e influyente.

A pesar del clima oficial de celebración, los primeros meses de 1910 fueron agitados. Las dos centrales obreras más importantes del momento anunciaron una huelga general, lo que se contraponía al supuesto país exitoso que el oficialismo conservador intentaba instalar en el exterior y en el inconsciente colectivo.

José Figueroa Alcorta fue sucedido por Roque Sáenz Peña en octubre de 1910. El abogado cordobés que ya había dirigido el Poder Legislativo y el Poder Ejecutivo daría sus próximos pasos en el único poder republicano que todavía no lo había visto como protagonista.

En 1929, tras la muerte de Antonio Bermejo, Figueroa Alcorta asumió la Presidencia de la Corte, organismo que encabezó hasta su propio fallecimiento, en diciembre de 1931. Priorizó la independencia del Poder Judicial respecto de los otros dos poderes del Estado, y se ganó una placa que lo recuerda hasta hoy en el Palacio de Justicia. Dice que fue un “ejemplo de gran juez por su austeridad, su saber, su labor, su bondad y su experiencia”.

Su experiencia, justamente, fue variada y de enorme concentración de poder. Nadie consiguió lo que logró Figueroa Alcorta: ser la persona más importante de cada uno de los tres poderes de la República Argentina.

Fuente: telam

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