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24/11/2025

Las contradicciones de la adultez, en el papel y en el escenario

Fuente: telam

La filósofa, escritora y divulgadora reflexiona sobre el proceso detrás de “Todas las exigencias del mundo” un libro que se convirtió en unipersonal

>Me gusta arrancar presentándome. Soy Ahora sí, comencemos:

En esta misma habitación en la que estoy ahora, frente al mismo escritorio de madera, hace quince años, soñaba con el futuro que tenía por delante. Fantaseaba con vivir sola muchos años, recorrer el mundo, tener suficiente plata para comprarme ropa e ir a comer afuera todas las veces que quisiera. Ahora estoy casada con el mismo hombre hace una década, tengo una hija de cinco años y otra de dos, salgo todos los días a trabajar y me aburre tener que resolver cada noche qué vamos a cenar. Elegí pertenecer y formar parte del dispositivo de control que más estatus sigue teniendo hoy: la familia. Confieso que me gusta y aterra a la vez.

Pero vivo en Argentina y, al igual que la mayoría de las personas, no estamos exentos del contexto. Año 2022, final del Mundial, elecciones presidenciales, a mi pareja lo echan del trabajo de un día para otro. Yo estaba embarazada de seis meses, dependía de él para tener obra social, en tres meses se nos vencía el contrato del alquiler y me pedían lo que no teníamos para renovar. La sensación, además de mucha frustración y angustia, era que no me estaba saliendo del todo bien ser una adulta funcional.

Ojo, yo intentaba seguir todos los pasos: le ponía onda, trataba de concentrarme en las cosas buenas, valoraba la salud de mis hijas, seguía trabajando de forma remunerada, pagaba las expensas, me ocupaba como podía de la alimentación de mi hija, intentaba hacer gimnasia una vez por semana, pero aún así no era suficiente. Todo lo positiva que me esforzaba por ser a la mañana, se iba desinflando mientras iba pasando el día. Para la noche, venía la lloradita correspondiente y me iba a dormir con un chocolate a la cama. Así que mientras probaba encontrar un tema sobre el que escribir, el tema estaba a la vista: la adultez.

Fueron meses de ir y venir sobre mis lecturas, notas e ideas. Apareció entonces el deseo como tema y muchas preguntas en torno a los mandatos que decimos que abandonamos los que rondan mi generación y también los que adoptamos. Ahora se supone que somos más libres, que tenemos muchas opciones para diseñar nuestras vidas, sin embargo, ¿no nos terminamos igual organizando con fórmulas que están disfrazadas de pequeñas elecciones?

Pero ahora estamos en el siglo XXI, ¿cómo sería eso?

Lo que me interesa es pensar la contemporaneidad. Cuando converso con diferentes personas que viven a su vez diferentes estilos de vida, la mayoría coincidimos en que nos percibimos muy lejos de esa figura de adultez que incorporamos cuando éramos chicos. Casi como si no quisiéramos aceptar que nos llegó la hora de transitar esa etapa de la vida. Que somos nosotros los que ahora nos sentamos a charlar en la mesa cosas aburridas y, a los ojos de cualquier chico, somos el “señor” o la “señora”. Por eso, este libro habla de nosotros. Y si bien existe una enorme heterogeneidad en las condiciones materiales de vida en las personas que transitamos hoy la adultez, decidí hacer foco no en las diferencias sino en lo que tenemos en común.

No es un manual de autoayuda, es más bien un punto de partida donde comparto preguntas que vengo investigando hace mucho y las cruzo con filosofía, literatura, películas e historias de vida.

El jueves 9 de enero recibí un mensaje en el que me preguntaban si me animaba a dar una charla, en un teatro, a la noche. Mi respuesta fue contundente: “no”. Pero a los dos días mandé un mensaje que decía: “quizás sí, ya estuve pensando en algo”. Todo coincidía, estaba terminando de escribir este libro que se iba a llamar “El principio del fin” porque era sobre el fin de una adultez que quería dejar y el comienzo de una que quería construir. En ese lío, aparecía una novedad: ¿y si me animo a hacer algo que ni siquiera sabía que lo deseaba?

En filosofía hay una palabra para este tipo de momentos y es acontecimiento. Un acontecimiento es una interrupción en el orden temporal. “Un drama que impacta en el ser en situaciones radicalmente abiertas”, escribe Alain Badiou. Así nació Todas las exigencias del mundo. Iba a ser una charla, una sola vez, y veíamos qué pasaba. Pero lo que pasó fue hermoso: reencontré algo de lo que más amo de dar clases, pero en otro cuerpo, en otro escenario, con otras reglas.

Ahora es de noche, con una copa de vino en mano, en la preciosa Sala Casals/Espacio ORSAI del Paseo La Plaza. Vamos más de diez funciones a sala llena y nada me da más felicidad que empezar la segunda mitad del año con la obra y el libro, de la mano, caminando juntos.

Por eso, cuando me escribió mi editora Ana Wajszczuk para decirme que el libro entraba a imprenta y que teníamos una chance de cambiar el título, no lo dudé: Todas las exigencias del mundo.

Fuente: telam

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