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01/12/2025

“¡Libertad!”: la historia secreta de Nahuel Gallo, el gendarme argentino que cantó el Himno en el infierno venezolano de Rodeo 1

Fuente: telam

Lleva casi un año secuestrado por la narco dictadura de Maduro y Cabello. Gestos heroicos y de solidaridad con sus compañeros de detención. Y la exigencia de que sea liberado, en horas dramáticas, por la presión de Estados Unidos

>A casi un año de su secuestro y desaparición, el nombre de Nahuel Gallo, gendarme argentino de treinta y tres años, resuena con fuerza en los pasillos oscuros, húmedos y helados de Rodeo 1, uno de los centros clandestinos más brutales del régimen de Nicolás Maduro y Diosdado Cabello. Se trata de una cárcel que no aparece en registros oficiales ni en informes públicos; una estructura que, con el tiempo, se transformó en un laboratorio de tormentos y control absoluto, definida por sobrevivientes como un virtual campo de concentración incrustado en el corazón del chavismo.

Lo hizo fuerte.

Y recalcó una palabra cuya pronunciación, en ese contexto, encierra un riesgo doble: “¡Libertad! >Esta nota se realizó con base en el testimonio de personas cercanas a la familia del gendarme, de una fuente de inteligencia interiorizada sobre la situación de Agustín Nahuel Gallo, de Renzo Castillo, un peruano-estadounidense que fue liberado, y de Iván Colmenares, un colombiano que habló con Infobae y fue durante largos meses compañero de celda del ciudadano argentino.

El 8 de diciembre de 2024, Gallo fue secuestrado por la policía política del narcoestado de Venezuela bajo acusaciones infundadas de “terrorismo y espionaje”, el rótulo que el régimen atribuye a cualquier extranjero atrapado por su aparato represivo. Desde ese mismo día, su nombre se apagó en los registros oficiales. La familia en Buenos Aires inició una búsqueda desesperada, en paralelo a la escalada de tensión internacional. Faltaba tiempo para lo que se vive hoy: el gobierno de Donald Trump movilizó tropas al Mar Caribe, cerró el espacio aéreo venezolano e instaló buques de guerra frente a las costas, como advertencia directa e inminente.

La crónica se apoya en tres testimonios:

– El testimonio público de Renzo Castillo, rehén peruano-estadounidense, compañero de encierro en Rodeo 1 y hoy liberado, quien aceptó relatar su experiencia sin reservas.

Resulta imposible comprender la dimensión real de Rodeo 1 sin haber estado allí, pero quienes escaparon —o todavía luchan por dejar atrás sus demonios— lo describen con palabras escalofriantes. “Empieza por el olor”, relató Renzo Castillo en diálogo con distintos medios, entre ellos DNews y LN+.

Es olor a semimuerte. Es frío. Huele a cemento, a metal, a angustia. Jamás presencié algo igual. El silencio no existe. Las esposas chocan, las rejas chillan, la radio militar nunca se apaga. Gritos, pasos, golpes, ruidos perpetuos. Y cada lunes o martes, obligaban a escuchar un show de Maduro. Eso también era parte de la tortura”.

Las celdas, según sobrevivientes, tienen cuatro pasos y medio de largo y dos o tres de ancho. Las literas, de cemento, no permiten acostarse totalmente.

Las horas no pasan.

Lo único que nunca falta es el miedo, la angustia y la anomia.

El sistema divide con brutalidad: los venezolanos quedan por un lado, los extranjeros por otro. La estrategia es clara: aislar, dividir y evitar toda unidad.

De acuerdo con todos los testimonios, tenía una forma de comunicarse directa, sin rodeos ni temor. Levantaba la cabeza de los demás cuando las amenazas, la presión por el encierro, el tiempo muerto y la comida repetida y descuidada golpeaba el ánimo de cualquiera.

Una fuente reservada que compartió pabellón con el argentino lo resumió así: “En un lugar diseñado para destruir, Nahuel fue la persona que levantaba a sus compañeros. Sufría, sí, pero transformaba el dolor en ayuda para los demás. Eso es liderazgo. El que incomoda a las dictaduras”.

La noche en que los extranjeros encerrados en Rodeo 1 —peruanos, estadounidenses, colombianos, ecuatorianos, mexicanos y el propio argentino— desafiaron a los guardias tuvo un significado especial.

Llegó el turno de Argentina y el ambiente se paralizó. Gallo encarnaba más que a un rehén: simbolizaba a un país que llevaba meses demandando su liberación en instancias oficiales y mediáticas.

“Oid, mortales, el grito sagrado… ¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad!”. Lo cantó con una potencia increíble, repleto de valor y orgullo”, aseguró Renzo. “Que el pueblo argentino lo sepa: en Rodeo 1, su himno sonó en las condiciones más extremas. Lo entonó alguien que nunca se quebró”.

Las noches sin dormir, interrogatorios, amenazas y el deterioro físico no lograron destruir el temple de Gallo. Todos coinciden: su claridad moral era de otro nivel. “Siempre defendía a su país”, relató Renzo Castillo. “Aseguraba que se equivocaban, que era inocente y que lo sacarían. Tenía una fe inquebrantable”.

Otra voz relata que Gallo hizo una promesa íntima: no dejar morir solo a nadie ahí adentro.

Entre los recuerdos del encierro, uno marcó a Renzo Castillo: Gallo le contó que en pleno servicio en el puesto de Gendarmería de Uspallata -su último destino antes de caer en las mazmorras chavistas-, durante un crudo invierno en la zona cordillerana de Mendoza a una familia venezolana perdida bajo la nieve y los trasladó a un sitio cálido. “No importan las banderas”, subrayó Renzo.

En la narrativa de la vida carcelaria de Gallo surge una escena inédita: el momento en que Renzo Castillo le comunicó la llegada de su hijo, Víctor, y su esposa María Alexandra, sanos y salvos, a la Argentina. “Yo le conté que su hijo ya estaba en su país”, rememoró Renzo.

La estadía en Rodeo 1 se resume en una cadena interminable de castigos.

– Las comidas repetidas y poco saludables provocan enfermedades y malestares.

– En ocasiones autorizan el “recreo”, pero muchos, incluido Gallo, optan por no salir para evitar que sean filmados para propaganda oficialista.

Así, cada día se repite.

“Estoy libre desde hace casi tres meses y todavía me siento atrapado. Sigo allá adentro”.

“La palabra tortura no alcanza”, recalca Renzo.

La esposa de Gallo, Alexandra, habló con Infobae y su voz evidencia temblor, aunque intenta mantenerse entera. “Muchos no me creyeron”, expresó. “Decían que exageraba. Pero acá tienen la realidad: torturan, golpean, cuelgan, mienten. No existen los derechos humanos. Más de ochenta extranjeros y más de mil venezolanos permanecen detenidos de manera arbitraria. Esto debe terminar”.

Alexandra contó que mantiene diálogos con Renzo, con Iván Colmenares y también con Camilo Castro, un ciudadano francés que fue liberado a instancias de una gestión del presidente Emmanuel Macron. Este último rehén, apenas pudo, se comunicó con Alexandra con un solo objetivo: agradecerle y transmitirle todo lo que había recibido de Gallo: contención, afecto y compañía en las interminables jornadas de angustia y tedio. Su figura, apenas llegó a suelo francés, demostró el deterioro.

La historia de Gallo está rodeada por el contexto geopolítico actual. Estados Unidos mantiene fuerzas militares desplegadas frente a Venezuela, con el espacio aéreo clausurado y barcos multiplicando la presión sobre Maduro. El régimen, considerado ilegítimo por desconocer las elecciones, se apoya en un sistema narco-militar dirigido por el Cártel de los Soles.

Esta informe finaliza con un ruego de Renzo Castillo, que sobrevivió al cautiverio y dejó atrás a su mujer secuestrada, pidió: “Cuando Gallo vuelva a Argentina, por favor escúchenlo. Cuídenlo. Denle la atención médica necesaria. Ignoramos qué medicamentos nos suministraban, si es que había alguno. Lo que se vive ahí es muy difícil de explicar”.

A poco de cumplirse un año de su desaparición y secuestro, la figura de Nahuel Gallo se agranda.

En Rodeo 1, entre olor a muerte y el sonido de las cadenas, un argentino cantó. Cantó el Himno. Lo hizo con orgullo. Cantó ¡Libertad!

Fuente: telam

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