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23 de junio de 2025

El joven ciego que cumplió el sueño de tener la radio propia en Mendoza y una tormenta lo dejó sin señal

Desde hace una semana Eclipse de Tupungato dejó de transmitir por un desperfecto técnico. Repararlo cuesta más de 1 millón de pesos. “Esto es más que una radio”, asegura Nicolás Alfaro. Cómo ayudarlo

>Nicolás Alfaro nació sin visión. Con los años, su voz se convirtió en su principal canal de expresión. Tanto fue así que se animó a soñar con tener su propia emisora radial en Tupungato, Mendoza. Logró cumplir ese anhelo, que fue mucho más que un desafío personal. Con el tiempo, su señal llegó a los rincones más recónditos de su comunidad y a localidades vecinas.

“Hace aproximadamente una semana que estamos con este problema, que dejó a la radio fuera de servicio... Esta es mi herramienta laboral, de la que vivo”, sostiene. La emisora, que cubre todo Tupungato y parte de las localidades de Tunuyán y San Carlos, necesita ayuda para volver al aire. El costo total de la reparación es de aproximadamente 1.028.000 pesos.

Nicolás nació con retinopatía del prematuro, un trastorno ocular causado por el crecimiento anómalo de los vasos sanguíneos en la parte sensible de la retina en los bebés. Eso significa que nunca pudo ver, pero no imagina un mundo diferente al que conoce y, feliz, revive el momento en que su sueño comenzaba. Tenía 10 años cuando una maestra de la escuela primaria le prestó un casete grabado con una lección para que pudiera estudiarla, como solía hacer cuando no tenía libros de braille. No le costó memorizar lo que escuchó y, como forma de practicar, grabó en esa misma cinta lo aprendido, pero como si fuera un programa de radio. Usó un viejo celular con teclas y sonidos eléctricos como consola, lo acercaba y alejaba del micrófono del radiograbador de su mamá para lograr los efectos deseados que intercalaba con su voz. Acababa de descubrir qué quería hacer el resto de su vida.

Desde chico, soñó con tener una radio. Su juego preferido era memorizar los boletines informativos y las publicidades de su locutor favorito, aquel que escuchaba con devoción desde su casa. Con el tiempo, no solo conoció a ese referente radial, sino que trabajó con él. “Repetía lo que él había contado en su programa. Mi mamá me escuchaba y decía: ‘¡Dejá de hablar solo que van a creer que estás loco!’. Y yo le decía: ‘¡No, mamá! ¡Estoy practicando para cuando tenga mi radio!’, recuerda. Ella no lo desalentaba, pero se reía con ternura de sus ideas.

Desde entonces no se detuvo. Al principio asistía acompañado por su hermano, dos años mayor, quien se ocupaba de toda la parte técnica porque a Nicolás le parecía un impedimento. Pero cuando su hermano se puso de novio y dejó de ir, el chico tuvo que buscar soluciones y enfrentar todos los obstáculos que le presentaba la vida. “Lo fácil hubiera sido quedarme en casa, pero quería seguir y debí arreglármelas solo”, dice orgulloso.

Era el inicio del año 2000 y los lectores de pantalla comenzaban a llegar al país. Esa tecnología le permitió operar por sí mismo, utilizando una máquina con dos placas de audio: una para la música, otra para el lector. “Haberlo logrado significó un nuevo nacimiento porque comencé a aprender informática escuchando tutoriales y manuales que me ayudaron a entender cómo funciona la parte técnica de la radio”, cuenta sobre aquella etapa de aprendizaje autodidacta, en la que consumía tutoriales y manuales en audio para entender cómo funcionaban los sistemas técnicos de una emisora de frecuencia modulada.

“De esto vivo. Estoy separado y tengo dos hijos a los que mantener. Si bien reciben sus pensiones, porque también son ciegos, todo lo que puedo aportar para su bienestar sale de la radio”, cuenta. Con un tono calmo, destaca que también realiza ediciones, remasterizaciones, grabación de textos y publicidades, y que está en busca de otro trabajo estable. “Los medios de los pueblos no tienen buen sustento y la economía del país está difícil”, lamenta la realidad laboral y económica.

Su formación escolar combinó experiencias diversas: asistió al jardín en una escuela común, pero cursó primaria y secundaria en una institución para personas con discapacidad visual en Tunuyán. Allí aprendió braille con pizarra y punzón, escribió en máquina Perkins, conoció el teclado de la computadora y fue donde empezó a manejarse solo con bastón. También fue donde conoció a la madre de sus hijos.

Sin embargo, en las últimas semanas, su proyecto quedó en pausa. Una lluvia invernal, seguida de días de humedad y frío, provocó una falla técnica grave. “Entró agua por el cable coaxial, y eso colapsó los equipos. El cable Cellflex de media pulgada ya no sirve. También hay que reparar las antenas”, explica.

El costo de la reparación es imposible de asumir con sus ingresos actuales. El cable cuesta unos 9 dólares por metro, y se necesitan 40 metros. Solo el cable supera los $ 600 mil. A eso se suman los honorarios del técnico, que cobra $ 180 mil por hora de servicio; y el trabajo del torrista, que exige $ 100 mil por bajar las antenas y otros $ 100 mil por volver a subirlas.

El presupuesto total ronda entre 1.200.000 y 1.300.000 pesos. Es una locura. Es imposible para mí poder costearlo, por eso me atrevo a pedir ayuda. Sé que cada uno tiene sus propias dificultades, pero también sé que cuando nos unimos como comunidad, somos capaces de grandes cosas. Cualquier colaboración, por pequeña que sea, será un paso más para devolverle a Radio Eclipse su fuerza, su alcance y su propósito”, dice, sin resignación pero con realismo.

“Su solidaridad es la chispa que puede volver a encender esta radio. Desde lo más profundo de mi corazón, gracias por estar, por creer y por sostener este sueño junto a mí”, finaliza.



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