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25/10/2025

Daniel Hendler y Marilú Marini reflexionan sobre ’27 noches’, una comedia agridulce que desafía prejuicios

Fuente: telam

La película pone en primer plano las tensiones entre el deseo de independencia de los adultos mayores y las presiones familiares. “La vejez es vida y, por lo tanto, movimiento, fluidez”, afirma la actriz

>Dentro de la avalancha de producciones que ofrece el universo streaming y en el actual contexto apocado del cine argentino, el estreno de 27 noches, dirigida y protagonizada por Daniel Hendler y Marilú Marini, resalta por el peso específico de sus nombres y también, por la historia que cuenta esta comedia agridulce basada en un caso real (el de la artista plástica Natalia Kohen, narrado en el libro de no ficción de la psicóloga y escritora Natalia Zito).

La película inicia con la señora Hoffman (Marini) siendo conducida a una internación en un establecimiento psiquiátrico. Motivadas por el temor al posible deterioro mental y la preocupación por el destino de sus bienes, sus hijas buscan que sea declarada legalmente insana. La señora es una figura del mundo artístico y mecenas, dueña de una considerable fortuna. Quién recibirá ese dinero frente a un posible inminente desenlace, es el eje del conflicto que dispara la acción, con el ingreso de un atribulado perito (Hendler) que deberá dictaminar si la mujer está en uso pleno de sus facultades mentales. El vínculo central de la película se establece en los encuentros y el contrapunto de personalidades de estos dos personajes.

—Marilú, ¿Qué fue lo que te atrajo de esta historia?

—Daniel, ¿Cabe la definición de “comedia agridulce” para esta película? Hay una situación dramática y en cierto modo tensa, pero siempre aparece la distensión del humor y la ironía.

Daniel Hendler: Me caben todos los términos porque siempre me cuesta encontrarle el género a las cosas en las que me involucro. Me parece que siempre está entre géneros, lo que supone una dificultad para encontrar el tono. Cuando nos metemos entre géneros, bueno, hay que irlo descubriendo. Y luego ese tono que aparece es el que nos empieza a gobernar. A mí me parece que es una historia que no podía resultar tentadora para solemnizar, la temática de la vejez y de los lazos familiares.

En el caso del personaje de Marilú podemos ver claramente que ella no tiene miedo. Está dispuesta a encontrar su propia forma de vivir. Y eso ya de por sí nos mete en que tenía que tener humor. El humor está siempre, tiene que ver con el corrimiento de la mirada y cuando uno corre la mirada, las cosas toman otra perspectiva y a veces quedan fuera de lugar. Simplemente es permitir que eso suceda. Salirnos de la primera mirada que se nos impone, y ahí el humor aparece naturalmente. También para que los personajes aparezcan ahí con sus grietas y contradicciones.

Marilú Marini: Sí, con la trayectoria de Marta Hoffman hay una hermandad y es esta situación de libertad frente a lo que la sociedad piensa que tiene que ser un adulto mayor. Personalmente tuve la suerte de participar a ese momento de la contracultura, con uno de los focos en el Instituto Di Tella, donde vivíamos en un estado de peligro frente al autoritarismo de la sociedad de aquel entonces. Pero había algo que no se podía parar en nosotros. Una realidad de creatividad y de estar en contacto corporalmente con lo que deseábamos, que fue muy nutriente. Frente a esos momentos densos, nuestra actitud era la actitud de la vitalidad. No me quiero hacer la culta, pero hay una cosa divina que dice Gilles Deleuze. Dice: “El poder nos quiere tristes, porque nos puede dominar mejor”. Frente al poder, la alegría es siempre muy subversiva. Nosotros en la Argentina somos un semillero de humor, porque frente a las catástrofes, los abismos, los cambios brutales que tenemos, siempre hay un chiste, una posibilidad de reír.

Estoy con las anécdotas... Dicen que Buster Keaton estaba muriéndose, junto a un médico y un amigo. Y el amigo le dice: “Ay, me parece que ya murió”. Y el médico le responde: “Mire, tóquele los pies, es lo primero que se enfría”. Parece que Buster Keaton abrió un ojo y dijo: “No en el caso de Juana de Arco”. Estaba muriéndose y conservaba esa posibilidad de juego. Pienso que eso es lo que se plantea en la película de Daniel. Uno siempre tiene esa posibilidad de alejarse, contemplar y desdramatizar.

—Hay un tema de mecánica que tiene su complejidad. Y esto lo hablé con otros directores y actores también. Me parece que uno, en realidad, dirige, y cuando te toca pasar a actuar, lo que hace es como ponerse a sí mismo en esa puesta. El actor está supeditado a una idea de puesta previa, eso que el director quiere ver. Entonces, el gran desafío es ser permeable como actor y trabajar con el compañero o la compañera en el momento en que uno está ahí, que también está pensando en el plano y la toma. Hay que encontrar esa mecánica y después empieza a suceder naturalmente.

[Fotos: prensa Netflix]

Fuente: telam

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