Lunes 30 de Junio de 2025

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30 de junio de 2025

A 35 años de la primera definición por penales de Argentina en la historia de los Mundiales que inició la leyenda de Goycochea

El 30 de junio de 1990 la Selección dirigida por Bilardo enfrentó un duelo áspero en cuartos de final frente a Yugoslavia. La aparición de Goyco permitió mantener la ilusión

>La alegría de El triunfo frente a los brasileños fue un domingo y el rival para los cuartos de final, recién se iba a conocer el martes, con lo que partíamos con una clara ventaja de dos días más de descanso. Ese martes al mediodía estuvimos atentos a lo que pasara entre España y Yugoslavia, sin tener muy en claro quien nos convenía, ya que ambos habían desarrollado caminos similares hasta allí. Sin embargo, dentro del plantel argentino, había una predilección, como nos los contó Juan Simón: “Después de la enorme alegría de haberle ganado a Brasil, nos preparamos para ver ese partido. Claramente preferíamos a Yugoslavia, pese a que sabíamos que tenían muy buenas individualidades, algunas eran figuras en buenas ligas de Europa como Francia, queríamos enfrentarnos con ellos y no con España”.

En ese partido, se pudo detectar que había un jugador que sobresalía del resto y que no era demasiado conocido. Dragan Stojkovic tenía pinceladas de talento en cada maniobra, con una clase diferente. Mereció ganar en los 90 minutos, pero España lo empató casi sobre el final. Y fue el crack quien desniveló la balanza, con un golazo de tiro libre por afuera de la barrera en tiempo suplementario (también había marcado la apertura del marcador), para que sepamos que Yugoslavia sería el adversario del sábado 30 de junio al mediodía en la incomparable ciudad de Florencia.

“Para enfrentar a Yugoslavia realicé dos cambios: Calderón por Troglio, en una modificación que había ensayado en el segundo tiempo contra Brasil, y Serrizuela por Monzón, suspendido por haber sumado dos amarillas”, recordó el doctor Bilardo en su autobiografía. El equipo no se movía del ya famoso esquema 3-5-2, con superpoblación de mediocampistas (nuevamente Giusti fue volante central) y Diego con Caniggia de punta.

Desde el arranque, con Argentina luciendo camiseta azul y pantalones negros, por supuesto sin las tres tiras como había determinado el doctor post Camerún, se pudo apreciar que no sería una tarde tranquila para el cuadro nacional, como recordó Simón: “El partido fue muy complicado. Nosotros no éramos un equipo de generar mucho juego. Incluso cuando ellos se quedaron con uno menos en el transcurso del primer tiempo, no recuerdo que hayamos tenido muchas situaciones de gol”. Fue exactamente así. Antes de los cinco minutos, Argentina tuvo una clara, con una habilitación de Maradona a Caniggia, que fue anticipado dentro del área y la pelota derivó para Jorge Burruchaga, que remató desviado. Un rato más tarde, la chance fue de Yugoslavia, con un potente disparo de Joziz, que se fue apenas arriba del travesaño.

Sobre los 30 minutos llegó la expulsión que evocaba Juan Simón. El mediocampista Refik Sabanadzovic estaba amonestado y le cometió una nueva infracción a Maradona, que le valió la segunda amarilla y tener que dejar el campo de juego. Era el marcador designado para seguir a Diego, por lo que en el horizonte asomaba no solo la ventaja de contar con un hombre más, sino que el rival perdía a un futbolista que venían cumpliendo una aceptable tarea en la marca del capitán. Pero el cotejo continuó como si hubiese la misma cantidad en ambos equipos. Las limitaciones físicas de Argentina, sumadas al intenso calor de la agobiante tarde de Florencia, no permitían plasmar esa superioridad.

En el complemento, el cuadro nacional tuvo las dos más claras con uno de sus futbolistas menos pensado para esas circunstancias, como lo era Oscar Ruggeri. La primera fue un cabezazo que pegó en la parte superior del travesaño y la siguiente, ya en los diez minutos finales, una aparición por sorpresa, ingresando por la izquierda, con un remate con poco ángulo que tapo el arquero Ivkovic.

Cuando solo faltaban cuatro minutos para el final, quedó demostrado que, con tantos problemas físicos, Maradona estaba en modo humano. Giusti lo habilitó de manera excelente y Diego la recibió solo dentro del área. La paró con el pecho y se le fue larga, dándole tiempo a un defensor a anticiparlo. Apenas sesenta segundos más tarde, Pepe Basualdo se fue por la izquierda, lanzó un centro que desvió el arquero sin retener. Burruchaga que ingresaba por el centro, se la llevó por delante y convirtió un gol que gritamos como locos. Fue un espejismo en el desierto. El árbitro Kurt Roethisberger no dudó en anularlo, indicando que la había acomodado por el brazo. Tanto en las fotos como en la repetición de la televisión, da la impresión que le pegó en el hombro, pero ya era cosa juzgada.

Era el momento de la definición por penales. La primera en la historia de Argentina en los Mundiales. El inicio del quiebre en la vida, profesional y a la postre personal de Sergio Goycochea, que así evocó como fue ese instante previo, que terminaría quedando en la leyenda: “Después se hizo cábala, pero ese día oriné entre mis compañeros por obligación. Terminaron los 120 minutos en Florencia y hacían 35 grados, por lo que tomé como dos litros de agua. Como es lógico por mi puesto, casi no corrí y tenía que tirar el líquido en algún lado. Además, por reglamento, no podés ir al vestuario, entonces no me quedaba otra. Por supuesto que como ganamos, lo tuve que hacer antes de los penales con Italia como cábala (risas)”.

Los nervios nos iban ganando. Ese instante que es breve, pero eterno. El sorteo entre el árbitro y los capitanes, donde se deciden el arco y orden de ejecución. En paralelo, Bilardo hablando con sus jugadores, mirando el semblante para saber quienes serán los encargados de la primera lista de cinco. Goyco estaba tranquilo. Y años más tarde nos esbozaba su teoría: “Los penales se pueden y se deben practicar. Pero hay algo que no se puede equiparar en un entrenamiento que es la presión del momento. Eso solo se da ahí. Bilardo no te molestaba en el tema de los penales, al contrario, pretendía que al arquero lo dejaran solo, porque sino viene uno y te dice que te tires a la izquierda, otro a la derecha, un tercero que te quedes en el medio y se te puede armar lío en la cabeza”.

A continuación, Jorge Burruchaga. Estaba extenuado, pero su calidad y precisión en los penales estuvieron presentes para el 2-0, que pronto fue 1-2 por la concreción de Prosinecki. Era el turno de Maradona, que de esta manera lo recordó: “Cuando me tocó a mí, teníamos la posibilidad de ponernos 3-1 en la serie. Si lo metía, ya casi estábamos. El arquero de ellos era Ivkovic, a quien conocía muy bien, porque jugando con el Nápoli contra el Sporting de Lisboa por la Copa UEFA, el me había jugado 100 dólares a que me atajaba el penal en la definición. ‘Trato hecho’ fue mi respuesta. ¡Y me lo atajó! Por suerte esa serie la ganamos. Ahora lo tenía otra vez ahí, frente a mí. Le pegué y me salió una masita. ¡Y me lo atajó otra vez! Cuando me di vuelta para volver hasta la mitad de la cancha y juntarme con el resto de los muchachos estaba muerto. Justo venía Goyco caminando, chocamos las palmas y él me dijo: ‘Quedate tranquilo Diego que yo voy a atajar dos’”.

Entonces tuvimos el claro sentimiento de “hasta acá llegamos”. A Yugoslavia le quedaban dos y a nosotros solo uno. Fue lentamente Hadzibegic hacia su misión. De pronto, el árbitro hizo señas que no se correspondía con la lista que le fue entregada. ¿Desatención o intento de avivada? Quisieron alterar el orden. Lo concreto fue que el encargado era Brnovic, un limpio marcador de Maradona. Se lo notaba cansado y su disparo fue débil, a las manos de Goyco que fue hacia su derecha para comenzar el mito.

Quedaba uno por lado. Fue el Galgo Dezzoti, que ingresó en el segundo tiempo por Calderón, pero no pudo aportar su velocidad y potencia. Corrió y su ejecución ingresó muy justa contra el poste y 3-2. Ahora si era el momento de Hadzibegic. Todos estábamos con Goyco, aunque muchos no miraban el televisor. Él nos lo recordó de esta manera: “En ese penal tuve una indicación de Gabriel Calderón, que lo conocía porque había jugado con él en Francia. Me dijo que siempre los pateaba a la izquierda. No obstante, eso, no es que salí disparado como loco hacia ahí, pero pensé que, en una instancia tan decisiva, era difícil que cambiase, tenía que morir con la de él. Cuando tomó carrera y ya vi como se perfiló, no dudé y lo pude atajar. No hay emoción más grande que ese momento que ves que la pelota te viene a las manos. Es maravilloso. Luego vinieron los festejos, el abrazo y la foto emblemática con Diego. De la alegría que tenía, le tiré los guantes a la gente”.

Argentina estaba entre los cuatro primeros. Era lo que había prometido Bilardo. Parecía imposible en el doloroso debut con Camerún o en el primer tiempo ante Brasil. Era una hermosa realidad. El celeste y blanco copó el estadio de Firenze, mientras Víctor Hugo Morales hacía un maravilloso paralelismo con la cuna del Renacimiento y el delirio futbolero: “Esta es la ciudad que se hizo famosa por las manos de los grandes. Las manos de Michelangelo, las manos de Leonardo, las manos de Brunelleschi. Es una ciudad que se hizo famosa por las manos que han escrito la gran historia de Florencia. Hoy dos manos argentinas, escriben una historia, acaso insignificante para la historia del mundo, pero tremenda para todos los que seguimos el partido y amamos el fútbol. Argentina es semifinalista, porque lo que no pudieron los pies de los jugadores en la cancha, lo consiguieron las manos del enorme Vasco Goycochea”.

Próximo episodio: Italia

Locación: Estadio San Paolo de Nápoles



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